Fue en octubre de 2017 después de la campaña en contra del productor estadounidense Harvey Wenstein que los hashtags #MeToo, #YoTambién y #AMiTambién inundaron las redes sociales, en diversos países incluyendo América Latina, con miles de publicaciones donde mujeres y hombres denunciaron los abusos de los que son víctimas día tras día. El acoso y hostigamiento en espacios públicos como la calle, el transporte y las escuelas fueron las quejas más comunes entre los usuarios.
Y es que ¿a quién no le ha pasado? ¿quién puede sentirse seguro después de haber pasado por una situación así? Las descripciones de cada acontecimiento son crudas y grotescas tal y como los hechos lo fueron para estas personas. Pero sin duda alguna es el miedo y el haber pasado por la misma experiencia lo que ha provocado que estas publicaciones se sigan divulgando hasta el día de hoy.
Es precisamente dentro del transporte público donde 7 de cada 10 de sus usuarias son agredidas, esto se debe a que en México los medios de movilidad representan una de las realidades más duras de afrontar para sus usuarios, especialmente cuando nos referimos a la capital, donde el transporte es ineficiente para los casi 9 millones de habitantes quienes se quejan del mal funcionamiento, el sobrecupo, la inseguridad, el crimen, el acoso y la violencia dentro del sistema colectivo que se vive todos los días a todas horas.
Y mientras esto sucede, la poca acción para erradicar este tipo de situaciones comienza a convertirse en el mayor problema. Según la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE) publicada en 2017, la percepción de inseguridad respecto al transporte público fue de un 84% entre los mexicanos, y como no, si en la CDMX se tiene registro de que 1 de cada 4 crímenes suceden a bordo del transporte público donde al menos 76% de las mujeres han sido hostigadas con miradas lascivas, tocamientos, comentarios obscenos y agresiones sexuales como la violación.
Desde el 2008, la CDMX cuenta con camiones rosas denominados 'Atenea' y con vagones 'especiales' en sus redes de metro y metrobús, los cuales son de uso exclusivo para mujeres y personas con discapacidad. El propósito de estas iniciativas es disminuir el acoso hacia las mujeres, sin embargo, tales medidas no han sido del todo efectivas pues solo motivan la exclusión y la división entre hombres y mujeres en lugar de combatir el problema que aún sigue afectando a gran parte de la población que es víctima de agresiones todos los días.
Ante la poca efectividad de estas acciones en el año 2017 fue lanzada la campaña #NoEsDeHombres, donde en el metro de la Ciudad de México se llevaron a cabo dos experimentos sociales donde se realizaron dos videos en los que se visibiliza la “normalización” de la agresión sexual al llevar a los hombres a experimentar la misma cotidianidad que viven las mujeres en sus trayectos.
https://www.youtube.com/watch?v=jvebzI_egJc
De igual fueron publicados en distintos puntos de la ciudad diversos posters donde gráficamente muestran los rostros de diferentes hombres reflejando el problema del acoso. De esta manera la campaña hace un intento de concientizar sobre este tipo de comportamientos a los que millones de mujeres tienen que enfrentarse cada vez que salen a la calle.
A pesar de que #NoEsDeHombres no tuvo el efecto deseado entre la población, el acoso es una realidad la cual día tras día comienza a hacer mucho más ruido, las mujeres ya no se quedan calladas y se apoyan las unas a las otras para de esta manera comenzar a poner fin a algo que durante años había sido tomado como normal e incluso era ignorado por las mismas autoridades y el resto de la población.
Sin embargo no solo es un problema de las calles, también ocurre dentro de las universidades, lee más aquí